La Conchudita

Cecilia es hermosa, divina y tiene los rasgos delicados de su madre y sus dos hermanas menores. Replica la permanente mueca de todas sus amigas: sonrisa subliminal y sugestiva, mirada pensativa oculta tras un flequillo a la moda. Llega tarde a los casamientos, despreocupada y sonriente, vistiendo prendas que dan a entender su profundo aprecio por el hinduismo y el hippismo. Sólo le falta la tesis para terminar su licenciatura en Relaciones Internacionales. Estudió en la Di Tella y tiene un excelente promedio; como su padre en derecho. Afirma que los años le enseñaron la importancia de pensar en los demás y trabaja en una fundación. Se considera “casi vegetariana”, porque todos los fines de semana tiene asados con amigos y le resulta imposible no tentarse con algo. Llama a sus amigas “las lulis”, ellas le dicen “Chechu”, fumaron porro en Ámsterdam y salen juntas a correr todos los martes y jueves. Está de novia con Juan hace mil. Cuando habla con alguien sobre su relación, dice que son un ejemplo de pareja, al contrario de “las lulis”, que viven cagando a sus novios.

Chechu agradece haber heredado la belleza y simpatía de su madre, aunque le aterroriza la idea de terminar siendo una descerebrada como ella; vaga y sin un título. No entiende cómo su padre sigue con ella, aunque se moriría si se divorciaran. Hizo su carrera estudiando de memoria y en sus charlas más profundas vive repitiendo citas de autores. Daría la vida por conseguir la ciudadanía europea para diferenciarse de toda la grasada sudaca. Nunca veranearía en Villa Gesell porque está lleno de negros; aunque ama bailar cumbia en el salón de la Sociedad Rural cuando la invitan a algún casamiento. Siempre actúa con indiferencia cuando le presentan a alguien. Le encanta juntarse a charlar con Gastón, un ex compañero, porque es re inteligente, tiene calle y tiene mundo. Le cuesta tanto seguir sus planteos como dejar de pensar en él. No le dice nada de esto a Juan; pero tampoco se atreve a cagarlo porque dejaría de ser autoridad moral dentro de su grupo de amigas y porque Gastón no es exactamente el tipo de hombre que “las lulis” consideran deseable. Perón reencarnó en Chechu. “Las lulis” no saben que Chechu nunca tuvo un orgasmo, pero Juan lo sospecha.

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